Archivo de la categoría: HISTORIA

En Corral de Almaguer tenemos una de las historias mas antiguas y ricas de la comarca. Estamos preparando artículos acerca de determinados momentos de la historia que se publicarán en lo sucesivo. ¿Tienes algún articulo que quieres publicar? Escribe a somoscorraldealmaguer@gmail.com y vemos como podemos hacerlo.

Vídeo sobre los origenes de Corral de Almaguer y el SANTUARIO de NUESTRA SEÑORA DE LA MUELA.


 TREMENDO VÍDEO

DE LOS ORÍGENES DEL SANTUARIO NUESTRA SEÑORA DE LA MUELA

Y DE CORRAL DE ALMAGUER.

Audio-visual sobre la Ermita de Nuestra Señora de la Muela

El pasado 31 de agosto, coincidiendo con las II Jornadas de Arquitectura, el historiador Rufino Rojo García-Lajara  nos ilustró sobre los orígenes y avatares del cerro de la Muela a través de los tiempos, así como sobre la evolución de los edificios que componen el actual Santuario. Como colofón a esa visita guiada, se proyectó el presente audiovisual (realizado por nuestro animador e ilustrador profesional Julián Lominchar Martínez) en el que se resume de forma clara y sencilla la evolución del mencionado Santuario a lo largo de los siglos.

Dado el interés didáctico y pedagógico del presente vídeo, hemos creído conveniente recogerlo en nuestra página, para facilitar así su divulgación entre todos los vecinos. Como está realizado con mucha resolución, puedes visualizarlo si quieres en pantalla completa y alta definición HD, por lo que en ese caso no olvides pinchar en la ruedecita que aparece en la parte inferior derecha del vídeo y clicar en la mayor resolución que te aparezca.

Resumen histórico del audio-visual

La ermita de Nuestra Señora de la Muela, se encuentra ubicada en el pequeño cerro con forma de muela o rueda de molino que le otorgó su característico nombre. Este peculiar emplazamiento, considerado lugar sagrado desde varios siglos antes del nacimiento de Cristo hasta nuestros días, fue testigo aventajado del paso de las diferentes culturas que se asentaron en la Península Ibérica, dejando su impronta en nuestro suelo y modelando nuestro particular modo de ser.

Iberos, romanos, visigodos, musulmanes y cristianos, deambularon por la superficie del cerro, imprimiendo la huella de sus creencias en las piedras que componen el actual santuario.

Durante los tiempos oscuros de la edad media, el edificio fue destruido y reconstruido en numerosas ocasiones, sufriendo en sus estructuras las consecuencias del avance de la reconquista, el abandono de la peste y las posteriores luchas entre nobles y reyes cristianos.

Con la llegada de la edad moderna -finales del siglo XV y comienzos del XVI- (época de los Reyes Católicos) la ermita aparece descrita en los documentos como un pobre edificio construido con humildes materiales y notable influencia morisca. La imagen de la Virgen de la Muela no es considerada aún como patrona de la villa, compitiendo en lo que respecta a la devoción popular de los corraleños con las imágenes de Nuestra Señora del Campo y Nuestra Señora de los Sábados. En cambio, sí se verifica la presencia de una antigua cofradía   encargada de celebrar las misas por las almas de sus hermanos difuntos y organizar la romería y fiesta que se celebraba el 2 de Mayo. La conservación y arreglo de la ermita, corría por aquellas fechas a cargo de un mayordomo nombrado por los visitadores de la Orden de Santiago -a propuesta del Ayuntamiento- entre los vecinos de la villa.

Esa vieja ermita que creíamos desaparecida tras la construcción del enorme edificio actual, es la que concentrará el grueso de nuestras explicaciones y se convertirá en buena medida en el objetivo de nuestro audio-visual, al comprobarse que jamás desapareció del cerro, sino que simplemente fue reutilizada y disimulada entre las diferentes estancias que hasta hace poco componían el santuario.

En concordancia pues con el propósito didáctico de esta visita guiada, en el presente vídeo conoceremos un poco más sobre sus orígenes, su historia y los últimos descubrimientos que nos han permitido conocer mejor la evolución del edificio.

 

Rufino Rojo García-Lajara

                                                                                                                                 (Agosto de 2013)

El Tesoro del Convento de Clausura por Rufino Rojo García-Lajara


Virgen del convento de clausura El Tesoro del Convento de Clausura

 

De entre los numerosos secretos y enigmas que Corral de Almaguer aún esconde entre sus viejos muros y legajos a la espera de ser descubiertos y expuestos a la luz, ocupa un lugar de excepción, o quizás deberíamos decir ocupaba, pues desgraciadamente desde el año 2006 ya no se encuentra en nuestra localidad, un pequeño cuadro que colgaba de una de las paredes interiores del coro alto del Monasterio de Clausura. Al encontrarse instalado en la zona de reclusión de las religiosas, no era visible para los fieles que acudían a la liturgia diaria, por lo que sólo cuando se entraba en el interior del recinto monacal -con el permiso del Obispo- era posible contemplarlo en todo su esplendor.

Precisamente en una de esas escasas visitas permitidas por el titular de la diócesis con la intención de elaborar el inventario de obras de arte que aún guardaba el Monasterio, mi acompañante y ocasional fotógrafo José Luís Martínez Ávila y un servidor, nos topamos de frente con el cuadro que motiva el presente artículo. Se trataba de un óleo de pequeñas dimensiones (40×32) y humilde enmarcado, en el que aparecía representada de medio cuerpo y sobre fondo dorado, la imagen de una Virgen de singular belleza y delicado rostro, dotada de una tez clara y sonrosada y largos cabellos castaño-rojizos que descendían formando ondulaciones prácticamente hasta la cintura. Vestía una aterciopelada túnica azul oscura recogida en el talle por un lazo, y en la bocamanga derecha se dejaba traslucir parte de la camisola de color rosado que envolvía su interior. María miraba con dulzura a un niño Jesús totalmente desnudo y sentado en su regazo, que se giraba y parecía querer alejarse de su madre sujetando entre las manos los cardos que simbolizaban su pasión. La imagen de la Virgen contrastaba fuertemente con el intenso fondo dorado y con los dos ángeles que flanqueaban la parte superior, portando una corona que se disponían a colocar sobre su cabeza.

La pintura, con pocas nociones que se tuvieran de arte, presentaba -a pesar del fondo dorado- un innegable estilo gótico flamenco tanto en las formas como en la técnica y estilo, pero dado que se encontraba en un perdido convento manchego, a nadie se le pasó por la cabeza la posibilidad de que aquel cuadro fuera original o tuviera algún valor. Saltándose las ancestrales normas internas que obligaban a hablar a las monjas solamente cuando la madre superiora lo permitiera, la siempre alegre y espontánea Sor Trinidad (religiosa natural de Corral de Almaguer que acabaría convirtiéndose en la última abadesa del Convento) me susurró al oído, aprovechando que la superiora miraba para otro lado: “ése de ahí sí que tiene valor”. Sorprendido por la reacción de aquella monja de ingenua y bondadosa sonrisa con la que luego me uniría una cariñosa amistad, recogí el comentario con el mismo disimulo que ella había utilizado conmigo y sellamos nuestro secreto con una mirada de complicidad.

Transcurridos casi veinte años de aquella visita, tuvimos noticia de que el Museo del Prado había organizado una exposición denominada “Arte Protegido” en la que aparecían recogidas las numerosas obras de arte salvadas durante la guerra civil por un puñado de valientes republicanos amantes del arte y de la cultura que, de manera desinteresada y en no pocas ocasiones arriesgada, fueron capaces de montar un operativo que protegiera de la incultura, las bombas y la acción anárquica de las masas (que descargaban sus frustraciones contra la iglesia por considerarla aliada del poder y del dinero) las mejores obras de arte de la Nación. Pues bien, para sorpresa nuestra, en algunas de las fotografías y documentos que componían aquella exposición, aparecían las obras de arte incautadas y salvadas de Corral de Almaguer durante el año 1938, tanto de la Iglesia Parroquial, como del Monasterio de Clausura y de unas cuantas casas importantes de la localidad.

Emocionados al comprobar la cantidad de cuadros, objetos litúrgicos, bibliotecas enteras y valiosos muebles que aquellos hombres habían logrado salvar en nuestra localidad, decidimos investigar más a fondo sobre el tema. Gregorio Martínez Chacón y José Muñoz Fernández-Clemente (por aquel entonces presidente de la Asociación de Amigos de Corral de Almaguer) fueron los encargados de indagar en los cuadernos y anotaciones de aquellos osados amantes del arte -a los cuales debemos que el museo del Prado siga siendo en la actualidad una de las mejores pinacotecas del mundo- y solicitar las oportunas copias de las fotografías que reflejasen las obras y objetos artísticos procedentes de Corral de Almaguer.

Para sorpresa nuestra, ocupando el primer lugar entre las obras de arte incautadas en Corral de Almaguer, aparecía el famoso cuadro de las Monjas. En las anotaciones de aquellos valientes salvadores del arte, la tabla procedente del Monasterio de Clausura aparecía identificada como posible obra de Juan de Flandes, pintor favorito  de la reina Isabel la Católica, aunque, al seguir investigando, Gregorio Martínez Chacón descubriría finalmente que la autoría del cuadro correspondía a otro de los grandes genios de la pintura flamenca de finales del siglo XV y comienzos del XVI: Gérard David.foto cuadro Gerard David Museo del Prado con pie de foto

Impresionados por tan asombroso descubrimiento, celebramos pletóricos nuestro curioso hallazgo, sin pensar que nuestra capacidad de sorpresa aún no había terminado, pues poco tiempo después comprobamos que la colección de pintura flamenca del Museo del Prado atesoraba entre sus obras un cuadro de similares características al nuestro, y la Catedral de Toledo lucía también entre sus joyas pictóricas un tercer cuadro gemelo de los anteriores. Nuestro estupor iba en aumento, pues aunque conocíamos que era perfectamente normal que los pintores y escultores flamencos elaboraran varias copias de una misma obra de éxito para cubrir la demanda, nos resultaba muy difícil relacionar un óleo de esta calidad y características con Corral de Almaguer.

Silla Sala Capitular Toledo blanco y negro-2 con subtítulo

Y es que siguiendo con la investigación, descubrimos que el cuadro existente en el Museo del Prado procedía nada menos que de la colección privada que el Emperador Carlos I trajo a España cuando fue nombrado Rey; y el de la Catedral de Toledo había sido adquirido por el propio Cardenal Cisneros cuando fue elevado a la dignidad arzobispal, convirtiéndose de facto en el cuadro de devoción más apreciado por aquel importante religioso. Tanto es así, que desde entonces y hasta hace pocas décadas, el pequeño óleo de la Virgen con el niño coronada por dos ángeles de Gerard David, ocupó siempre la silla arzobispal de la Sala Capitular de la Catedral de Toledo en ausencia de los obispos, siendo conocido por todos como la Virgen de Cisneros. Con posterioridad fue reintegrado al museo de la catedral junto con el resto de pinturas, y ocupó un lugar preeminente en la exposición del año 2005 denominada “Y sabel la Reina Católica”.

Conocidos todos estos pormenores, la pregunta que nos surgía a continuación era la siguiente: Si el Emperador y el Cardenal Cisneros habían sido los propietarios de las otras dos obras gemelas del cuadro de las monjas ¿quién en Corral de Almaguer había tenido el suficiente dinero, poder y contactos en la Corte, para costearse y adquirir un cuadro de semejantes características y cómo había llegado ese cuadro al Monasterio de Clausura?

Revisando la historia del Corral de Almaguer de comienzos del siglo XVI, no es difícil llegar a la conclusión de que la posesión de pinturas al óleo entre las familias nobles de la villa fue una rareza y más aún si se trataba de obras cotizadas de autores famosos. Pero si ya era extraño encontrar pinturas que adornasen las casas de los hidalgos locales, encontrar una familia que pudiera costear un cuadro de devoción de estas características y encima tuviera contactos en la Corte, resultaba toda una excepción, por lo que nuestra búsqueda se concentró prácticamente en dos familias: Los Ramírez de Arellano y Los Almagueres.

Virgen de Cisneros con pie de foto

Los primeros porque uno de sus miembros -el obispo don Diego Ramírez de Villaescusa- estuvo una buena temporada en Flandes como capellán de Juana la Loca y Felipe el Hermoso y asistió al bautizo del futuro Emperador Carlos I, pudiendo perfectamente hacerse con algún cuadro del famoso pintor de Brujas; y los segundos porque otro de sus miembros -Francisco de Almaguer- ocupó el cargo de Contador Mayor durante buena parte de los reinados del Emperador Carlos I y su hijo Felipe II, y por lo tanto no tuvo más remedio que entablar contacto con los artistas y marchantes del arte, dado que él en última instancia era el encargado de pagar las obras pictóricas que iban engrosando las famosas colecciones reales españolas.

Descartadas el resto de familias nobles corraleñas tanto por su desinterés por la pintura como por la dificultad de acceso y elevado precio de este tipo de óleos, sólo nos quedaba averiguar cómo llegó el susodicho cuadro al Convento de Clausura

Para contestar a esta segunda pregunta, debemos avanzar que tanto el Monasterio de Clausura de Corral de Almaguer, como buena parte de los conventos femeninos españoles de aquel tiempo, se fundaron para que se retiraran en ellos las hijas de las familias nobles y pudientes de la comarca que, por diversas circunstancias, no habían podido o querido desposarse en su momento. Para su ingreso, el padre debía aportar una cuantiosa cantidad de dinero -conocida como dote- que se entendía como el complemento necesario para la manutención de la religiosa durante su vida monástica y que alejaba las probabilidades de profesar como monjas a personas cuyas familias no tuvieran un mínimo de capital (excepto las que entraban como criadas de las anteriores y con el tiempo acababan como monjas de pleno derecho). Era también costumbre y estaba permitido, que las religiosas ingresaran en la clausura acompañadas de cierto enseres y útiles personales de devoción, como alfombras, braseros, arcones, escritorios, cuadros, crucifijos etc… que les hicieran más cómoda y llevadera su estancia en el convento, por lo que ésta sería con toda probabilidad la manera en que el cuadro entró a formar parte de la decoración del Monasterio.

Aclarado éste segundo punto, solamente nos quedaba verificar si existieron monjas en el Monasterio de San José provenientes de alguna de las dos importantes familias mencionadas anteriormente.

La suerte quiso acompañarnos de nuevo, pues al no encontrar a ninguna religiosa de la familia Ramírez de Arellano entre las monjas que ingresaron en el convento desde su fundación hasta comienzos del siglo XVII; y descartar a casi todas las demás que profesaron durante esas mismas fechas por no reunir las condiciones económicas necesarias para poder adquirir un cuadro de semejantes características, nuestras pesquisas se redujeron prácticamente a dos únicos nombres: doña María de Mendoza y doña Jerónima de Almaguer.

Doña María de Mendoza era una joven de talante autoritario y caprichoso procedente de una rama secundaria de la importante familia de los Mendozas (aunque no hemos podido descubrir su localidad de procedencia) que había entrado en el Monasterio de Clausura a la fuerza y sin vocación ninguna, por exigencia de su padre. Ésta circunstancia marcó su estancia en el Monasterio y fue la causa de los continuos conflictos y problemas -algunos de bastante gravedad- que sacudieron el convento durante esta primera etapa y a punto estuvieron de provocar su cierre. Para descanso de las monjas y autoridades civiles y religiosas, doña María de Mendoza solicitó finalmente su exclaustración alegando una grave enfermedad y se marchó exigiendo que le devolviesen sus enseres y hasta el último ducado de la dote.

Doña Jerónima de Almaguer, por el contrario, era una joven dulce e ingenua dotada de finos modales y una exquisita educación. Su padre era don Francisco de Almaguer, sobrino del Contador Mayor del Rey Carlos I y Felipe II del mismo nombre y su madre la nieta del comendador Collado. Con estos antecedentes, unidos a su gran belleza, doña Jerónima se había convertido a sus dieciséis años en la joya más preciada del municipio y en la dote más cotizada de toda la comarca, por lo que su padre la tenía bien guardada y protegida en espera de encontrarle un marido que estuviera a la altura de las circunstancias.

Pero quiso el destino que doña Jerónima se enamorara perdidamente de un apuesto joven de condición económica muy inferior a la suya y antecedentes de mujeriego, al que se entregó en cuerpo y alma como ingenua adolescente que era. Su padre la envió inmediatamente al convento de clausura –al principio de forma temporal- con la esperanza de que la vida religiosa le hiciese reflexionar y olvidase ese apasionado amor adolescente que había comprometido la honra de la familia. Sin embargo, por diversas circunstancias que serían largas de explicar (véase el libro Grandezas y Bajezas de la aristocracia corraleña del siglo XVI) doña Jerónima decidió finalmente tomar los hábitos y profesar como monja en el convento de clausura.

Obviamente a doña Jerónima, dada su riqueza, jamás le faltó mobiliario ni objetos variados de devoción con los que adornar su celda y hacer más llevadera su estancia en el convento. De entre todos esos objetos permitidos para decorar su aposento, entendemos que el cuadro de la Virgen con el niño de Gérard David debió presidir la intimidad de su celda y ocupar un lugar privilegiado desde donde elevar sus oraciones diarias. No podemos precisar, sin embargo, si la mencionada tabla flamenca entró con ella en el convento tras su desafortunado romance, formó parte de la dote que entregó su padre una vez profesó definitivamente como monja de clausura, o procede de la magnífica herencia recibida de su tía abuela doña María de Almaguer (hija del contador del rey Felipe II) que murió sin descendencia.

 

Estudios comparativos

 

Una vez analizados el cuándo, el cómo y el porqué de la presencia del cuadro en el Monasterio de Clausura, sólo nos quedaría recoger los rasgos identificativos que lo unen a la vez que lo diferencian de sus otras dos tablas gemelas: la del Museo del Prado y la de la Catedral de Toledo.

A simple vista, resulta más que evidente un detalle significativo: mientras en el cuadro del Museo del Prado la Virgen gira la cabeza y sostiene al niño en la parte derecha de su regazo, en los otros dos lo hace hacia la izquierda. Es difícil encontrar una razón para este curioso detalle aparentemente banal, pero no parece descabellado imaginar que el pintor de Brujas quisiera establecer una clara diferenciación entre el cuadro del Emperador -pintado por él en su totalidad- y los otros dos cuadros, copias del anterior, realizadas como consecuencia de encargos posteriores y probablemente por los miembros de su taller. No olvidemos que era habitual entre los pintores consagrados y con talleres de cierto renombre, que en copias de estas características el titular se dedicase únicamente a terminar las zonas que revestían mayor dificultad, como las caras, las manos o, como en éste caso, el cuerpo del niño, que es donde el maestro imprimía su estilo personal.

Otro detalle que viene a corroborar esta teoría, es la complejidad y riqueza decorativa que exhibe el vestuario y la propia imagen de la Virgen del Museo del Prado (cenefas con pedrería, gran lazo ceñidor, cadena del cuello, diadema de perlas en el cabello) en comparación con los otros dos mucho más convencionales y sencillos, elaborados para atender la demanda. Por lo demás, el cuadro de la Catedral de Toledo y el del Convento de Clausura son prácticamente idénticos y sólo se diferencian en mínimos detalles difíciles de apreciar a primera vista y en el hecho de que el cuadro de la Catedral está totalmente restaurado, mientras el del Monasterio de Clausura, después de superar 500 años de existencia, la Guerra de la Independencia, la desamortización de Mendizábal y la Guerra Civil, presenta los desperfectos lógicos del paso del tiempo y los numerosos traslados. No obstante, los tres reflejan la misma ternura y delicadeza que sólo Gérard David sabía imprimir en las caras de sus vírgenes y que tanta fama le reportó en su momento.

Y una vez finalizada esta investigación, sólo nos queda recoger la sensación de tristeza que nos invade al comprobar que un cuadro que valía más que todo el convento, haya salido para siempre de nuestra población con rumbo impreciso, en vez de haber permanecido en el Monasterio con el resto de obras de arte que lo adornaron durante tantos siglos, o haber enriquecido con su presencia el pequeño pero interesante museo parroquial. Ciertamente Corral de Almaguer no es Pastrana, ni sus habitantes se levantarán jamás para defender su historia y su patrimonio como ocurrió en aquel pueblo de Guadalajara, pero, unas veces por desconocimiento –como en este caso- otras por desinterés y omisión, y otras por pura ignorancia, la realidad es que nuestra localidad sigue perdiendo sus cada vez más escasas señas de identidad como municipio sobresaliente que una vez fue en la comarca, para convertirse poco a poco en un pueblo manchego más, sin personalidad, sin alma, sin atractivo para sus habitantes y menos aún para el turismo.

Rufino Rojo García-Lajara (julio de 2013)

 

 

Dedicatoria: este escrito va dedicado a Sor Trinidad, la última abadesa del Monasterio de Clausura de Corral de Almaguer –fallecida en pasadas fechas- con la que siempre me unió una especial relación de cariño.

Nota: La Virgen con el niño y dos ángeles que la coronan de Gérard David, es el emblema y cartel de la exposición actual del Museo del Prado “La belleza encerrada” que permanecerá abierta hasta el 10 de noviembre de 2013

Sala Capitular de la Catedral de Toledo, con la Virgen de Cisneros en la silla arzobispal

Sala Capitular de la Catedral de Toledo, con la Virgen de Cisneros en la silla arzobispal

 

ENIGMAS CORRALEÑOS. ¿Una Papisa en la ermita?


ENIGMAS CORRALEÑOS.

¿Una Papisa en la ermita?

Por la puesta en actualidad estos días de los papas al ser nombrado FRANCISCO como nuevo Pontifice redescubrimos el artículo que J. Luis Mendoza   publico en la Revista Aloyón nº5 pág..22 y 23   ( Primavera 2005).

PINTURA RENACENTISTA ERMITA DE LA MUELA

PINTURA RENACENTISTA ERMITA DE LA MUELA

  Corría el año de 1985 cuando, tras unas obras de reforma en la capilla de Santa Águeda, aparecieron una serie de pinturas murales de época renacentista. Presentaban un deterioro notable ya que se hallaban bajo un enlucido posterior y  habían sido picadas con el fin de darle solidez a dicho revoco.  No hace muchos años fueron restauradas (parece ser que suscitando cierta polémica) y hoy en día puede contemplarse, lo que de ellas pudo salvarse. Por los restos que aún quedan en otros muros se supone que  la capilla debía estar pintada en su totalidad.

Entre varios personajes indeterminados, está la enigmática figura de una mujer con una Tiara Papal, que se presta a varias interpretaciones; o bien es una alegoría de La Iglesia (de género femenino), o bien se trata de una Papisa, puesto que la Tiara se describe como: «Mitra alta ceñida por tres coronas, con un globo rematado por una cruz, usada por el Papa como insignia de su autoridad de Sumo Pontífice.»

MUJER CON TIARA PAPAL

MUJER CON TIARA PAPAL EN LAS PINTURAS DE LA ERMITA DE LA MUELA

De haberse encontrado esta figura entre los condenados, al igual que es frecuente encontrar a reyes y obispos e incluso Papas, entre las llamas del purgatorio, (como es en el caso del magnífico cuadro que poseemos en la Parroquia, conocido como de Las Animas), podría entenderse esta posibilidad, como parte de la iconografía de la época con un fin moralizante. Pero al encontrarse entre los que ascienden al cielo, unido a que porta en su mano unas flores, posible símbolo de pureza, parece claro que se trata de una representación de la Iglesia.

Aún así, por su curiosidad, consideramos de interés recoger lo que se ha escrito sobre la posible existencia de una Papisa en la historia. No entramos aquí en valoraciones sobre su realidad histórica dadas las posiciones enfrentadas entre la Iglesia, que desde el siglo XVI lo ha negado, y algunos investigadores que aportan  pruebas sobre su existencia. Las conclusiones las dejamos a merced del lector ¿Mito o realidad? ¡El enigma está servido!.

   LA PAPISA JUANA.

Papisa Juana

Papisa Juana

A comienzos del siglo XIII se expande por Europa el rumor de que una mujer habría dirigido a la Iglesia Romana entre los años 855 y 858. Hasta el siglo XVI la Iglesia aceptó la existencia de esta Papisa como un hecho establecido, pero luego cambia de opinión y niega toda realidad a este personaje.

Según distintos cronistas medievales, especialmente monjes, nos hablan de esta mujer que llevó el nombre de Juan VIII.  El pontificado de la Papisa fue de dos años, cinco meses y cuatro días, desde el año 855 al 858. Esto la sitúa después del Papa León IV (847-55) y antes que Benedicto III, cuyo periodo normalmente lo datan en estas mismas fechas con el fin, según sus «seguidores», de no dar lugar a la Papisa.

Según las biografías medievales, Juana habría nacido en el año 822 en Ingelheim, (en la actual Alemania) y debido a que entonces a las mujeres se les negaba la educación, Juana viaja a Atenas disfrazada con un hábito de monje benedictino, junto con otro monje de la misma orden, este engaño le permite frecuentar desde entonces las más importantes abadías y adquirir así grandes conocimientos.

Cuando llega a Roma se da inmediatamente a conocer por su sabiduría y su piedad, así como por su gran belleza. Siendo ya cardenal, a la muerte del Papa León IV es designada para sucederle en el año 855. Nadie conoce su verdadera identidad y Juana accede al trono pontificio con el nombre de Juan VIII el Angelical. Desempeña su cargo con gran dedicación y se muestra muy digna de él. Pero en abril del año 858, durante una procesión, se desploma repentinamente en plena calle, dando a luz a un niño y muere en las horas siguientes. El escándalo entre los fieles es enorme y la Papisa es enterrada a escondidas en un lugar no consagrado.

Según otros testimonios, el Palacio Laetano, lugar donde residen los papas, se encuentra en el lado opuesto de Roma con relación al Vaticano y a la Basílica de San Pedro y que la ruta entre ambos extremos, mas recta, era pasando por el Coliseo y la Basílica de San Clemente, conectadas estas por la vía de S. Giovanni,  y sin embargo en la Edad Media, esta ruta directa era evitada por los papas por causa de que allí había dado a luz y había muerto la Papa Juan.

LA SILLA PERFORADA.

    Según una leyenda, a partir del año 1000, y durante cinco siglos, se habría practicado una verificación de sexo de cada nuevo elegido al trono pontificio. Esta ceremonia se llevaba a cabo en el palacio de Letrán. Todos los nuevos papas eran invitados a sentarse sobre un trono de pórfido perforado, mientras un diácono metía la mano por debajo de la silla para palpar los genitales y cerciorarse del sexo del futuro Papa, y después gritaba ¡Habet! (Tiene) a lo que la gente contestaba ¡Deo gratias! (Gracias a Dios). Este rito que niega la Iglesia, habría perdurado hasta la elección de León X, en 1513.

J. Luis Mendoza.

                              Revista Aloyón nº5 pág..22 y 23   ( Primavera 2005)

Sabías que LA GIOCONDA de Leonardo da Vinci era la hija del COMENDADOR de Corral de Almaguer.


Corral de Almaguer y la Gioconda

 

 RUFINO ROJO nos descubre la relacción entre Corral de Almaguer

y

LA OBRA PICTÓRICA MÁS FAMOSA DEL MUDO:

La Gioconda de Leonardo da Vinci.

La Monna Lisa de Leonardo da Vinci (Museo del Louvre)

La Monna Lisa de Leonardo da Vinci (Museo del Louvre) – Desde ahora CORRALEÑA DE ADOPCIÓN

 

Si ya resultaba difícil creer que Corral de Almaguer estuviera relacionado con la corte de Bagdad y el collar de las mil y un noches, imaginaos si os cuento ahora que también lo estuvo, aunque de forma indirecta, con el cuadro más famoso del mundo: La Gioconda.

Una de las pocas cosas buenas que tiene el sumergirse entre los montones de documentos y legajos polvorientos que componen la historia de nuestro pasado, es comprobar que de vez en cuando surge alguna sorpresa. Caprichoso como siempre, al destino le gusta jugar con las menguadas capacidades que componen nuestro cerebro y poner en evidencia las limitaciones de sus rudimentarios sentidos; por lo que en ocasiones deja caer delante de nuestros ojos: nombres, fechas, sucesos, detalles importantes que suelen pasar inadvertidos, pero que a veces, sin saber por qué, iluminan algún punto de nuestra oscura memoria y ponen en funcionamiento los intrincados mecanismos de la intuición. Encendida la mecha, se pone en marcha la curiosidad y da comienzo una investigación. Así se inició la presente historia.

Pero para dar comienzo a este relato, necesitamos primero trasladarnos a la corte del rey Juan II de Castilla, allá por los comienzos del siglo XV. La minoría de edad de éste monarca (tenía tan sólo un año cuando murió su padre y catorce cuando fue coronado rey) estuvo marcada por la división administrativa del reino entre sus dos tutores: de un lado su madre, la inglesa Catalina de Lancaster, y de otro su ambicioso tío, el infante Fernando (futuro Fernando de Antequera) obsesionado por asentar su influencia en Castilla colocando a sus hijos (los infantes de Aragón) en los más altos cargos del reino castellano. Transcurrida la desgraciada infancia del monarca, en la que fue utilizado por unos y por otros, Juan II depositó su confianza en su muy amado paje y posterior valido, don Álvaro de Luna, al que nombro condestable y cedió las riendas del gobierno, una vez que éste lo liberó del secuestro al que lo tenían sometido sus primos, los infantes de Aragón, en coalición con buena parte de la nobleza. Como consecuencia de la manifiesta debilidad de carácter del monarca -tan típica de los trastámara- y los plenos poderes otorgados a su valido don Álvaro de Luna, el reinado del padre de Isabel la Católica se vio enmarcado por continuos enfrentamientos entre la alta nobleza, siempre ávida de poder, y la baja aristocracia con don Álvaro de Luna a la cabeza, apoyado por los ricos mercaderes de las ciudades y la minoría hebrea. Los avatares del destino y la muerte en la batalla de Olmedo de uno de los mencionados infantes de Aragón (concretamente Enrique, maestre de la Orden de Santiago) vino a otorgar la victoria al bando de Don Álvaro de Luna, por lo que el rey engrandeció aún más el poder de su valido y lo obsequió con buena parte de los bienes incautados a los perdedores, incluyendo el cotizado cargo de maestre de la Orden de Santiago. Con ello, don Álvaro se convirtió en el personaje más rico y poderoso del reino, a la vez que el más odiado por la nobleza, que jamás cejaría en su empeño de provocar su caída y muerte; como finalmente ocurrió con la ayuda de la reina y la manifiesta debilidad de carácter del monarca. Pues bien, en medio de este caótico y conflictivo panorama, vino al mundo el protagonista de nuestra historia: don Íñigo López Dávalos.

Era don Íñigo el primogénito del tercer matrimonio del condestable de Castilla Ruy López Dávalos, con la toledana Constanza de Tovar. Su infancia no estuvo exenta de dificultades, pues siendo muy niño tuvo que exiliarse en Valencia con toda su familia, por haber participado su padre, junto con los infantes de Aragón y otros nobles, en el mencionado secuestro del rey Juan II (el llamado atraco de Tordesillas). Como consecuencia de aquellos deplorables acontecimientos y después de que el rey fuera liberado por su valido, éste último amañó un proceso contra el condestable Ruy López Dávalos -al que acusó de connivencia con el rey moro de Granada- desposeyéndolo de todo su patrimonio y dignidades en beneficio propio, pasando don Álvaro de Luna a ostentar desde entonces el título de condestable de Castilla. Para la familia López Dávalos, el valido del rey se convirtió desde entonces en su peor enemigo.

Sin embargo, como no hay mal que por bien no venga, como consecuencia de aquellos luctuosos sucesos nuestro personaje pasó buena parte de su infancia y juventud en la corte de Aragón, codeándose con los infantes y adquiriendo los conocimientos y la cultura reservada a los príncipes. Esa misma cercanía, motivaría el que don Íñigo fuera nombrado caballero de la Orden de Santiago por el infante Enrique de Aragón -que por aquel entonces era maestre- y acompañara en 1435 al rey Alfonso V el Magnánimo (también de Aragón) en la conquista de Nápoles. Participó así en la batalla de Ponza en la que fue hecho prisionero y enviado a Milán donde, lejos de cumplir condena, entabló gran amistad con los Sforza y sobre todo con Filipo María Visconti que le concedió el feudo de Scaldasole desde el año 1436 al 1444. Gracias a su amplia cultura y afán de conocimiento, durante este periodo estableció contacto con los grandes mecenas y artífices del renacimiento italiano, regresando en diversas ocasiones a España cargado de códices y traducciones de los clásicos. Por otro lado, tan relevantes fueron los servicios prestados por don Íñigo en las campañas bélicas italianas, que don Alfonso lo nombró Gran Camarlengo del reino de Nápoles en 1449 y le obsequió con numerosas propiedades en el sur de Italia.

En España mientras tanto y para asombro de todos, su archienemigo don Álvaro de Luna, nuevo maestre de la Orden de Santiago, nombraba a don Íñigo en 1445 comendador de Corral de Almaguer y de Villahermosa. No tenemos muy claro si esta designación, dado el odio que se profesaban, obedecía a alguna de las últimas disposiciones del anterior maestre y don Álvaro se limitó a confirmar la voluntad de su predecesor, o si pesaron más los intereses políticos y diplomáticos con el poderoso reino de Aragón, o si pudo ser por orden del futuro rey Enrique IV con el que don Íñigo compartía su afición por los clásicos, o ya, rizando el rizo, si con ello don Álvaro intentaba redimir las injusticias cometidas contra su padre tras el amañado juicio y su apropiación de bienes y títulos. Sea como fuere, lo cierto es que para el año 1468 nuestro protagonista seguía siendo aún comendador de Corral de Almaguer.

Medallón con la efigie de DON ÍÑIGO LÓPEZ DE DÁVALOS

COMENDADOR DE CORRAL DE ALMAGUER a partir de 1445

(National Gallery de Washington) esculpido por Pisanello en 1480

Medallón con la efigie de don Íñigo López Dávalos, esculpido por Pisanello en 1480 (National Gallery de Washington)

Medallón con la efigie de don Íñigo López Dávalos, esculpido por Pisanello en 1480 (National Gallery de Washington) – COMENDADOR DE CORRAL DE ALMAGUER a partir de 1445

En otro orden de cosas, don Íñigo López Dávalos se había desposado en Italia (1440) con Antonella de Aquino, condesa de Montedorisio e hija de los marqueses de Pescara, con la que tuvo siete hijos que heredarían el título de los abuelos e iniciarían el nuevo linaje italiano de los Marqueses del Vasto concedido por el rey Carlos I. A lo largo de su trayectoria en aquel país mediterráneo, don Íñigo se comportó siempre como uno de los grandes humanistas y mecenas de las artes en la Italia meridional, acogiendo en sus palacios a los principales pintores, escultores, músicos y arquitectos de la época. De esa privilegiada relación con los artistas del renacimiento italiano, nos habla precisamente la medalla de bronce esculpida por el escultor Pisanello en 1480 (actualmente en la National Gallery de Washington) en la que aparece la efigie de don Iñigo como Gran Camarlengo de Nápoles vestido a la manera florentina. Cuatro años más tarde (1484) nuestro personaje moría en aquella misma ciudad.

Alegoría del Marqués del Vasto arengando a las tropas, pintado por Tiziano (Museo del Prado) Alegoría del Marqués del Vasto arengando a las tropas, pintado por Tiziano (Museo del Prado)
Alonso Dávalos II Marqués del Vasto, pintado por Tiziano (Fundación Getty de Los Ángeles)

Alonso Dávalos II Marqués del Vasto, Hijo del Comendador de Corral de Almaguer – pintado por Tiziano (Fundación Getty de Los Ángeles)

Pero si interesante fue la vida del comendador de Corral de Almaguer don Íñigo López Dávalos, no lo fue menos la de sus siete vástagos, cuatro varones y tres mujeres, destinados a unirse en matrimonio con algunas de los linajes más reputados de Italia: Colonnas, Gonzagas, Farnesios y de la Rovere. De entre todos ellos, sobresalieron con luz propia: don Alonso Dávalos, cuarto Marqués de Pescara y segundo del Vasto, militar de renombre a las órdenes de Carlos I al que Tiziano inmortalizó en dos de sus famoso cuadros;

y sobre todo su hermana, Constanza Dávalos y Aquino, duquesa de Francavilla y mujer de gran belleza y valentía, a la que los poetas dedicaron numerosos sonetos en Italia. Viuda desde su tierna juventud por la muerte de su marido Federico del Balzo y Aragón, la conocida como triste Constanza acogió durante décadas en los salones de su castillo de la isla de Ischia (frente al Vesubio) a lo más granado del renacimiento italiano, actuando además con gran valor en la defensa de la mencionada isla contra los franceses (1501) lo que le valió el título de Princesa de Ischia por parte del emperador.

Castillo y palacio aragonés de doña Constanza Dávalos en la isla de Ischia

Castillo y palacio aragonés de doña Constanza Dávalos (LA MONNA LISA en LA GIOCONDA) en la isla de Ischia

Su memoria hubiera quedado relegada para siempre a la isla de Ischia, de no ser por el revuelo levantado a comienzos de siglo por el escritor italiano Adolfo Ventura y el filósofo Beenedetto Croce, al identificar a Constanza Dávalos con la enigmática Monna Lisa de Leonardo da Vinci, basando sus teorías en el llamado “Códice de Rima” escrito por el poeta Enea Irpino en tiempos de Leonardo. Aunque en la actualidad parece tener más aceptación la hipótesis de que la retratada es Lisa Gherardini, mujer de Francesco de Giocondo, no deja de ser una más de las muchas suposiciones que, con mayor o menor acierto, se han vertido a lo largo de los siglos sobre la identidad de la mujer de la enigmática sonrisa; por lo que, mientras no se demuestre lo contrario, nosotros preferimos quedarnos con la versión interesada -pero recogida también por el museo del Prado– en la que no se descarta que la dama retratada por Leonardo da Vinci pueda corresponderse con Constanza Dávalos y Aquino, duquesa de Francavilla, princesa de Ischia e hija del comendador de Corral de Almaguer.

Rufino Rojo García-Lajara

-febrero de 2013-

Nota: Para más información, consultar:

http://manueldeleon.wordpress.com

Hemeroteca ABC 27-01-1951 (pag.8) Donde dicen que La Mona Lisa – Constanza Dávalos nació en España.

http://hemeroteca.abc.es

http://www.albakits.com/DAVALOS.htm

 

  Constanza de Dávalos

hija del Comendador de Corral de Almaguer

es LA GIOCONDA según el escritor  italiano Adolfo Ventura

y el filósofo Beenedetto Croce

Bajo las lineas la Gioconda del Museo del Prado

DESDE AHORA CORRALEÑA DE ADOPCIÓN

La Gioconda del Museo del Prado

La Gioconda del Museo del Prado –  Constanza de Dávalos según el escritor Adolfo Ventura – hija del Comendador de Corral de Almaguer.

 

VÍDEO 3D CASA DE LOS COLLADO. HISTÓRIA E IMAGENES DE ANTES Y EN PROCESO DE RESTAURACIÓN. BIEN DE INTERÉS CULTURAL.


VÍDEO EN 3D DE LA CASA DE LOS COLLADO.

 

COMENTARIO HISTÓRICO SOBRE LA CASA DE LOS COLLADO

DE LA WEB AMIGOS DE CORRAL.

La Casa de los Collados, como su propio nombre indica, fue la mansión principal de esta ilustre familia de nuestra localidad, ennoblecida por el Rey Alfonso XI, a raíz de la participación de uno de sus miembros en la batalla del Salado (1340). De entre todos sus descendientes, el que más nos interesa es Don Juan Collado, Caballero de la Orden de Santiago, Escribano de Cámara y Contador del Maestre D. Alonso de Cárdenas, Comendador de Ocaña y, cuando le sobrevino la muerte, Embajador en Roma del Rey Católico Fernando V. En su época de mayor esplendor, mandó fundar mayorazgo con la multitud de tierras, edificios y otros bienes que poseía en la villa, y construir capilla en la iglesia parroquial, además de una mansión acorde con el rango que ostentaba su linaje.

El edificio se comenzó a construir a finales del siglo XV con la solidez propia de un palacio, compaginando entre sus elementos ornamentales motivos propios del gótico isabelino, que ya se encontraba en franca decadencia ( antepechos del patio), junto a otros del renacimiento que hacían furor entre los arquitectos de la época ( estructura, arcos y pilares del patio ), sin olvidar el toque exótico del estilo mudéjar en sus techumbres y artesonado.

Se trataba, en definitiva, de la más ambiciosa y costosa construcción llevada a cabo en nuestra villa después de la iglesia parroquial. La muerte, sin embargo, que no entiende de señoríos, como bien reflejara aquel genial poeta Jorge Manrique ( sobrino, por cierto, del entonces Comendador de Corral de Almaguer, D. Iñigo Manrique) le sobrevino sin esperarla en la plenitud de su carrera política, llevándose consigo ambiciones y linajes, y paralizando las obras de tan suntuosa casa, que quedó finalmente con sólo dos de sus laterales terminados ( los que miran al norte y al este), además de la planta inferior del bellísimo patio. 

Con el fallecimiento de su titular y principal mentor, las obras fueron acabadas precipitadamente por los herederos, abandonando el original y costoso proyecto y terminando los otros dos lados del cuadrilátero que formaba el edificio a base de mampostería en lugar de sillares de piedra, tirantes de madera en vez de techumbres y artesonados, y añadiendo a la galería superior del patio unas delgadas columnas renacentistas poco estéticas y trabajadas, que contrastaban con el esplendor de la planta inferior, decorada con motivos góticos de cantería. No obstante, y a pesar de la solución de emergencia tomada por la familia para terminar las obras, el encanto que mantenía la Casa de los Collados era tal que algunos siglos después, concretamente en 1878, aparece incluida en una de las colecciones bibliográficas más bellas del siglo XIX, titulada «Museo Español de Antigüedades», publicada por estudiosos y académicos de Bellas Artes con el objeto de recoger los mejores exponentes del arte español de todos los tiempos.

Pues bien, en uno de esos grandes tomos, concretamente en el número 32, compartiendo espacio con las ruinas de Itálica, la celada de Boabdil, las esculturas orantes de Pompeyo Leoni del Escorial, o el sepulcro del Tostado de la catedral de Ávila, por poner algunos ejemplos elocuentes, se encuentra la Casa de los Collados de Corral de Almaguer. El arquitecto D. Mariano López Sánchez, encargado de la descripción y autor de las dos bellas láminas que acompañan los escritos, comenta emocionado ante la contemplación del patio de la antedicha mansión:

«Los cinco recuadros que adornan los antepechos de cada lado, presentan ornamentos circulares unos, ojivales otros, entrelazándose y combinándose con tal gusto, delicadeza y esmero, que demuestran la destreza y habilidad del escultor que los concibiera, armonizara y ejecutara; siendo todos de diferente dibujo, de varios entrelazados y de labor tan fina y detallada, que encantan y cautivan el ánimo y todos de estilo gótico ojival». La supresión de los Mayorazgos en 1836 y por tanto la posibilidad de vender las tierras y bienes hasta entonces vinculados al primogénito, trajo consigo la decadencia de las grandes familias y la pérdida de sus bienes más emblemáticos, incluidas las casas representativas de sus linajes. Esta parece ser la causa de que a comienzos del siglo XX la familia Tragacete apareciera como nueva propietaria del inmueble, en el que llevó a cabo una importante reforma consistente en la supresión de las toscas y desproporcionadas columnas de la planta superior, para sustituirlas por una galería corrida de ventanales apuntados que, todo hay que decirlo, consiguieron realzar la belleza del patio y añadirle un toque más armonioso. La fachada fue igualmente remozada y revocada, si bien en esta ocasión se cegó la puerta principal de acceso y se quitaron algunos elementos decorativos para ser sustituidos por balcones y ventanas con enrejados al gusto de comienzos del siglo XX. En este estado permaneció hasta la década de los 70 en que fue definitivamente abandonada, comenzando con ello un proceso continuo de deterioro que ha estado a punto de culminar con su hundimiento a pesar de estar considerada como «Bien de Interés Cultural de Castilla La Mancha».

Confiamos en que la recuperación de la Casa de los Collados sirva de precedente cara a la protección de los muchos edificios históricos que aún perduran en nuestra villa ( sin ir más lejos la Casa de la Encomienda, la mansión más antigua de la localidad, originalmente sinagoga judía).

FOTOS ACTUALES REFORMA CASA DE LOS COLLADO

Fotos de «Un manchego de Corral: Angel Fernandez Andrade



UNA LEYENDA para EL SÉPTIMO CENTENARIO: La leyenda de AL-SHIFÁ o cómo ALMAGUER se vio relacionado con BAGDAD y los CUENTOS DE LAS MIL Y UNA NOCHES.


UNA LEYENDA PARA EL SÉPTIMO CENTENARIO

LA LEYENDA DE AL-SHIFÁ

o

CÓMO ALMAGUER SE VIO RELACIONADO CON BAGDAD Y LOS CUENTOS DE LAS MIL Y UNA NOCHES

 

Resulta difícil -que digo difícil- increíble sería palabra más acertada, pensar que un pequeño pueblo como el nuestro haya estado en algún momento de su azarosa existencia relacionado con la magnífica y fastuosa ciudad de Bagdad. Casualidades del destino sería la frase más indicada para describir esa relación, de no ser porque en ella se encuentran también implicados, para rizar más el rizo y dar mayor aire de inverosimilitud a la narración, los cuentos de Las Mil y Una Noches y una de las joyas más espectaculares jamás engarzada por el hombre: El Collar del Dragón.

Todos sabemos que el destino gusta con cierta frecuencia de enredar las míseras vidas de los seres humanos, y al no conocer de límites ni fronteras, disfruta en ocasiones jugando con el azar de los pueblos y las vanas creencias de los hombres, mezclando con maliciosa inocencia remotos lugares y enfrentados credos, hasta impregnar de confusión las poco desarrolladas mentes de las personas. Sólo de esa manera se puede entender lo acaecido hace casi mil doscientos años en las cercanías del pequeño pueblo de Almaguer.

Pero comencemos por el principio y de la manera que suelen comenzar todos los cuentos, es decir: con un “Érase que se era” a pesar de que en la leyenda que relataremos a continuación predomina más la realidad que la ficción y los documentos prueban en todo momento la verosimilitud de lo acontecido. Érase pues….que en la deslumbrante y majestuosa Medinat al-Salam o ciudad de la Paz, más conocida como Bagdad, vivía un Califa denominado Harum al-Rasid o lo que es lo mismo, Aarón el Justo. Quinto gobernante de la dinastía Abasida y quizás el más famoso de su linaje, no tanto por el esplendor cultural, científico y económico que llegó a alcanzar su reinado, como por estar considerado el protagonista de buena parte de los cuentos de las mil y una noches que durante tanto tiempo inundaron de exotismo y fantasía la imaginación de nuestros antepasados.

A pesar de que los mencionados cuentos comenzaban con la vieja historia de Sherezade y su habilidad para entretener al Sultán a base de narrarle un cuento distinto cada noche para evitar su muerte, la realidad es que el califa Harum al-Rasid jamás tuvo que asesinar doncellas como hacía el sultán del relato, ni tuvo que vengarse de la infidelidad de ninguna de sus muchas concubinas, pues a lo largo de su vida sintió un especial amor y predilección por su esposa Zubaida o Zobeida, a la que colmó con todo tipo de atenciones y regalos. De entre todos los famosos obsequios y fantásticas joyas que Zobeida recibió de su amado Califa, destacaba por su increíble belleza el Collar del Dragón. Una formidable gargantilla de oro engarzada de perlas y piedras preciosas que simulaba la forma de un dragón, aunque no faltó quien quiso ver en ella la silueta de un escorpión. El resplandor que irradiaba la luz al atravesar los diamantes, rubíes y demás gemas que componían la joya, producía tal estado de hipnosis en las personas que lo contemplaban, que desde el principio las malas lenguas le atribuyeron poderes mágicos y siempre se vio envuelto en la leyenda.

Quiso el destino que Harum al-Rasid decidiera dividir su imperio entre los tres  hijos varones que le dio su amada Zobeida: al-Amín, al-Mamún y al-Qasim, sin sospechar que tras su muerte se enfrentarían entre sí por hacerse con el control de todo el territorio. Como consecuencia de las mencionadas guerras civiles y los consiguientes saqueos de los palacios, el Collar del Dragón desapareció sin dejar huella, haciendo evidente aquel viejo refrán, de posible origen árabe por cierto, que nos advertía de que a río revuelto ganancia de pescadores.

Mientras tanto, la España musulmana (Al-Ándalus) disfrutaba por estas mismas fechas de uno de los períodos de mayor esplendor de toda su historia. Abderramán II, descendiente de uno de los escasos miembros de la dinastía de los Omeyas que logró sobrevivir a las matanzas de los Abasidas, prosperaba en España de forma totalmente independiente, atrayendo hacia su corte a lo más granado del mundo musulmán. Los mejores poetas, músicos, arquitectos, médicos, químicos, matemáticos y astrónomos de la conflictiva corte de Bagdad, se refugiaban ahora en al-Ándalus huyendo de las guerras civiles que enfrentaban a los hijos del Califa, conformando en la ciudad de Córdoba un floreciente emirato que rebosaba lujo, pompa y riqueza por los cuatro costados.

Abderramán II

Abderramán II

Muy apreciado por sus súbditos, entre los que arrastraba fama de ser duro con los fanáticos cristianos del norte, Abderramán II (el siervo del Dios misericordioso) era ante todo un hombre cultivado y de gran sensibilidad, especialmente inclinado hacia la poesía, la música y cualquier otro arte que rodeara de belleza la grotesca existencia de los seres humanos. No obstante, el emir presentaba una debilidad que condicionaba todos y cada uno de los días que Alá (loado sea su nombre) había tenido a bien concederle: le gustaban con locura las mujeres. De su proverbial capacidad amatoria hablaban los historiadores musulmanes de la época, cuando recogían en sus escritos que Abderramán II jamás se acostó con una doncella que no fuera virgen, engendrando como consecuencia de las muchas esposas que su bien nutrido harén le suministró a lo largo de su vida, no menos de 87 retoños de los cuales 45 fueron varones y 42 hembras. Pero de entre todas aquellas concubinas que le dieron hijos y pasaron por lo tanto a ser consideradas como “Umm Walad” o princesas madres, una brilló con especial intensidad: la toledana Al-Shifá.

Cuentan las crónicas que Al-Shifá era una esclava cristiana dotada de una extraordinaria hermosura y una inteligencia poco común, de la que se enamoró perdidamente Abderramán siendo aún príncipe heredero. Con semejante atractivo, no tardó nuestro personaje en hacerla su favorita y otorgarle el título de princesa, disfrutando junto a ella de uno de los períodos de mayor felicidad de toda su historia. Mujer de buenos sentimientos y gran corazón, nunca mostró recelo ni resentimiento alguno -a pesar del clima de envidias y conspiraciones que se vivía en el harén- cuando tuvo que amamantar y cuidar, como si de su propio hijo se tratase, al príncipe heredero Al-Muhammad, fruto de la princesa Buhayr, primera esposa del emir. Al-Shifá llegó por ello a convertirse en toda una leyenda en la Córdoba del siglo IX, engrandeciendo aún más su figura con la construcción de la mezquita que llevaba su nombre y que se alzó en uno de los arrabales de la ciudad. No obstante debemos reconocer que si por algo mereció la princesa ser recordada, fue por el increíble obsequio que recibió de su amado esposo Abderramán.

Feliz éste último por sus recientes victorias sobre los cristianos del norte y por el hijo que le había dado su queridísima esposa, quiso demostrarle su amor haciéndole un regalo que eclipsara los más ambiciosos sueños de los hombres. No hacía mucho tiempo que por la corte hispano-cordobesa corrían ciertos rumores sobre la aparición en Bagdad del legendario collar de la sultana Zobeida. Deseoso el emir de saber cuánto había de verdad en las habladurías de la gente, envió a uno de los eunucos del palacio a la antigua capital persa con el encargo de que indagase de forma secreta sobre el asunto. Transcurridos varios meses desde su partida, un anciano de origen judío se presentó un buen día ante el propio Abderramán, llevando entre sus manos el afamado collar de la sultana. Poco tiempo después el escándalo sacudía las cortes reales de medio mundo, al trascender que el emir de Al-Ándalus, Abderramán el segundo, había pagado nada menos que diez mil dinares de oro por el collar de las mil y una noches. Verdaderamente la generosidad del emir con sus esposas no tenía límites.

Disfrutó Al-Shifá durante años de la mítica joya, convirtiéndose en la envidia de las mujeres del mundo conocido. Todas querían contemplar el collar del dragón cuando asistía a las recepciones oficiales, y las concubinas del harem le rogaban continuamente que les dejase tocarlo convencidas de que poseía poderes sobrenaturales. Pero a pesar del renombre que llegó a alcanzar la princesa por esta causa, la realidad es que nunca perdió su naturalidad ni su afición por acompañar a su amado Abderramán incluso a las campañas guerreras más peligrosas. Y fue precisamente en una de esas incursiones bélicas o “aceifas” por las tierras de “Wad al-Hayara” donde comenzó a sentirse indispuesta. La fiebre apareció a los pocos días inundando de húmedas perlas su delicada frente y, lejos de remitir, amenazó con deformar su bellísimo rostro. Profundamente preocupado, el emir dispuso que fuera trasladada inmediatamente y con extremo cuidado a la ciudad de Córdoba, para que fuera atendida por los médicos más reputados del mundo musulmán. Desgraciadamente a los pocos días de comenzar el regreso, en un lugar cercano a la pequeña aldea de Al-Maguer conocido como “Fayy al-Busra” o valle de la alegría o de la buena nueva, que los cristianos denominaron después Montealegre, reclamó la muerte su trofeo y Al-Shifá entregó su alma para siempre. Quiso el emir en su inconsolable tristeza, que la princesa fuera enterrada allí mismo, en una sencilla sepultura como mandaba el profeta (Alá lo tenga en el paraíso) resguardada de las inclemencias del tiempo por una pequeña construcción al estilo de los “murabits” o morabitos árabes que protegían las tumbas de los hombres santos. Cuentan también las crónicas -aunque de esto no hay certeza- que el emir dispuso que la princesa fuera depositada en su tumba junto al famoso collar del dragón, para evitar así que nadie jamás pudiera igualar su belleza. Sin embargo, como la codicia de los hombres no conoce límites, la sepultura fue expoliada a las pocas semanas de su entierro, desapareciendo la joya para siempre de la mirada de los hombres. (Bueno….debo aclarar que esto último es un simple recurso literario, pues como veremos más adelante, una joya de estas características no desaparece así como así).

Sea como fuere, el caso es que entre las empobrecidas y supersticiosas gentes de la aldea de Almaguer y alquerías circundantes, fue cundiendo el rumor de que la tumba de la princesa Al-Shifá concedía la “baraka” es decir: que otorgaba la bendición a todas aquellas personas que se dignasen visitarla para depositar unas flores u ofrecer una oración por su alma. Pasado el tiempo, el culto a Al-Shifá se fue extendiendo por toda la comarca, formándose auténticas peregrinaciones en busca de la cura material de sus cuerpos y la espiritual de sus almas. Se llegó incluso a celebrar un “moussem” o romería, en la que las buenas gentes colgaban de las ramas de los árboles las prendas y objetos personales que recordaban el cumplimiento de sus plegarias. Cuentan también las crónicas, que corriendo el año 852 de nuestra era, el nuevo emir de al-Ándalus, Al-Muhammad, acudió para honrar el enterramiento de la mujer que lo había amamantado y criado como si de su propio hijo se tratase, comprobando emocionado cómo los vecinos de los alrededores velaban por el mantenimiento de la tumba. Conmovido por el comportamiento de las pobres gentes, ordenó eximirles de todos los impuestos con la condición de que tuvieran siempre cuidada la sepultura de Al-Shifá.

Ermita de Santa Catalina hace unos años.

Ermita de Santa Catalina hace unos años.

Pasaron los años y la comarca acabó finalmente conquistada por los nuevos señores de la guerra -en este caso los cristianos del norte- sin que los habitantes de la zona notaran cambio alguno en sus deplorables condiciones de vida. Únicamente cambió para ellos el nombre de aquél a quien tenían que pagar los numerosos impuestos que les ahogaban y que en tantas ocasiones habían dejado sin un mendrugo de pan a sus hijos. Sin embargo, a pesar de todas estas penurias y muchas otras que no vienen a cuento, los vecinos de los alrededores siguieron acudiendo y cuidando de la vieja tumba de Al-Shifá, que de la noche a la mañana paso a denominarse de Santa Catalina por exigencia de un malhumorado sacerdote de sotana raída, encargado, según él, de mostrarles el buen camino y conducirlos sanos y salvos al redil; como si ellos no conociesen mejor los caminos de la zona y supiesen más de pastoreo que aquel arrugado clérigo (Dios lo tenga en su gloria) aficionado en exceso a la bebida y a otros imperdonables vicios. Fue por ello que la vieja tumba de Al-Shifá se convirtió de repente en la nueva ermita de Santa Catalina, pues según decía aquel malencarado abate, había sido también una mujer buena e inteligente que había renegado de su fe por amor como Al-Shifá, aunque en este caso de la pagana y por amor a Cristo.

Ermita de Santa Catalina estado actual

Ermita de Santa Catalina estado actual

La ermita de Santa Catalina después de esto, sufrió numerosas vicisitudes a lo largo de su historia, pero siempre se reconstruyó y resurgió de sus cenizas, para recordarnos que allí reposan para siempre los restos de aquella bellísima princesa de leyenda, por la que el gran emir Abderramán de Córdoba sintió un día la más grande de las pasiones.

Santa Catalina  año 1970

Santa Catalina año 1970

Y con éste último párrafo damos fin a esta antigua leyenda, verídica como la vida misma, en la que el destino decidió un buen día burlarse de la estupidez humana mezclando credos y religiones, junto a míticas joyas e históricos personajes, en un lugar olvidado por aquellos que dicen registrar las historias de los hombres.

Santa Catalina estado actual

Santa Catalina estado actual

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Nota. Esta leyenda está basada en los textos árabes estudiados por la Real Academia de la Historia, impresos en su boletín del año 1991, Tómo CLXXXVIII

Por su parte, el historiador Gonzalo Álvarez Anes de Castrillón, recogió también los escritos en los que se apoya ésta leyenda, en su libro Europa y el Islam (2003)

Además la escritora Ángeles Irisarri, noveló también esta leyenda, plasmándola en sus libros: Perlas para un Collar (2009) y El Collar del Dragón (1999)

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¿Y qué fue del famoso collar del Dragón?

 

Aunque ya dejé caer en el presente escrito que era muy difícil que una joya de esas características desapareciera sin dejar rastro, reconozco que nunca imaginé que el collar de las mil y una noches tuviera una trayectoria tan errática y un final tan rocambolesco. Verdaderamente al destino le encanta jugar con las ambiciones humanas.

Porque después de expoliada la tumba, era cuestión de tiempo que el collar aflorara en poder de alguna persona de singular riqueza. Y teniendo en cuenta la evolución de Al-Ándalus, a nadie extraño que un buen día el collar de la Sultana apareciera en las manos del rey Al-Mamún de Toledo, que gobernó desde 1043 a 1075 la mayor Taifa en que se había dividido la España musulmana.

A Al-Mamún le sucedió su nieto Al-Qádir, hombre débil de carácter y poco apreciado por sus súbditos a los que extenuaba con continuos impuestos. Detalle éste aprovechado magistralmente por el rey castellano Alfonso VI, antiguo protegido y aliado de su abuelo, para hacerse con el control de la capital visigoda sin apenas derramamiento de sangre. Como compensación por su pérdida, Alfonso VI prometió apoyar a Al-Qádir en la recuperación del trono de Valencia, que también había pertenecido a su predecesor aunque se lo habían agenciado sus gobernadores. Y es ahí, en Valencia, en poder del emir Al-Qádir, donde aparece de nuevo el collar de la sultana Zobeida o de la princesa Al-Shifá.

El tercer propietario del collar adquiere ya tintes de leyenda, al tratarse nada menos que de uno de los héroes nacionales por antonomasia. El “sidi” o señor, como fue conocido por los árabes, de donde derivó la palabra castellana Cid, fue sin lugar a dudas un valiente caballero famoso por ganar batallas para aquel que lo contrataba. Porque no olvidemos que el Cid, por encima de la rancia leyenda que le adjudicaron, fue un mercenario que vendía su destreza con las armas a aquél que más pagase, ya fuese cristiano o musulmán. Y fue precisamente como pago de la ayuda prestada a Al-Qádir contra los otros reyes musulmanes de la zona, por lo que nuestro héroe recibió el valiosísimo collar del dragón. Aunque imaginamos que la que verdaderamente lo disfrutó fue su esposa doña Jimena.

 

Sepulcro de don Alvaro de Luna en la catedral de Toledo

Sepulcro de don Alvaro de Luna en la catedral de Toledo

Después del Cid se pierde de nuevo su pista, aunque no es aventurado suponer, dado el valor de la joya, que anduvo de prestamista en prestamista (judíos por supuesto) hasta llegar a las manos del cuarto personaje conocido que volvió de nuevo a pagar una fortuna por poseer el famoso collar. Me estoy refiriendo al hombre más rico y poderoso de su tiempo, el valido del rey Juan II don Alvaro de Luna, Condestable de Castilla y Maestre de la Orden de Santiago. De su proverbial riqueza nos da cuenta la fastuosa capilla de Santiago de la catedral de Toledo, donde fue enterrado junto con su mujer después de caer en desgracia y ser decapitado.

Isabel la Católica en un retrato de Juan de Flandes

Isabel la Católica en un retrato de Juan de Flandes

La última propietaria conocida del collar de las mil y una noches fue nada menos que la reina Isabel la Católica. Es difícil adivinar los conductos por los que la joya llegó a su poder, dado que Isabel de Portugal, segunda esposa de Juan II y madre de Isabel la Católica, fue en todo momento enemiga acérrima de don Álvaro de Luna y causante última de su muerte. Claro que no podemos descartar que Don Álvaro lo adquiriera precisamente como regalo de bodas para impresionar y atraerse a la susodicha Isabel, segunda mujer de su íntimo amigo el rey Juan II, sin sospechar el papel que jugaría ésta en lo tocante a su declive y posterior muerte. Sea como fuere, el caso es que con Isabel la Católica se pierde definitivamente la pista del famoso collar. Aunque si creemos en la vieja leyenda -hoy en día puesta en entredicho por numerosos historiadores- que recogía que la reina Isabel vendió sus joyas para sufragar el viaje de Colón, resultaría en una nueva vuelta de tuerca del destino, que gracias al collar de las mil y una noches Colón pudo descubrir América.

¡Cómo para no pensar que el azar se ríe de las ambiciones de los hombres!

Rufino Rojo García-Lajara

(Octubre del año 2012)

Corral de Almaguer 7º CENTENARIO. De cómo Almaguer pasó a convertirse en Corral de Almaguer, recibiendo nueva Carta Puebla el 4 de noviembre de 1312.


Corral de Almaguer 700 aniversario

Capítulo IX

De cómo Almaguer pasó a convertirse en Corral de Almaguer, recibiendo nueva Carta Puebla el 4 de noviembre de 1312

 

La victoria de las Navas de Tolosa no sólo supuso un enorme avance hacia el sur en la reconquista, sino la convicción generalizada de que esos territorios jamás volverían a caer en manos musulmanas. Esa sensación de seguridad pareció extenderse como la pólvora entre los habitantes de los reinos peninsulares, que vieron cómo cientos de familias partían en busca de fortuna al reclamo de las concesiones de tierras que los señores, en este caso las Órdenes Militares, ofrecían para su repoblación.

Esa llegada continua de pobladores, desbordó las reducidas dimensiones de la vieja villa de Almaguer -situada en el cerro de la Muela- que no tuvo más remedio que buscar un nuevo emplazamiento donde albergar el constante goteo de familias. El lugar elegido fue un cercano promontorio, conocido desde muy antiguo como “el Corral”, que sobresalía en el centro de una frondosa vega enmarcada por el río Riánsares en su lado norte, su afluente Albardana en el sur, y la unión de ambos formando una laguna en su costado oeste.  El conjunto se complementaba con una pequeña acequia de agua dulce que, procedente de un cercano manantial, venía a desaguar en las cercanías de la población.

Este idílico emplazamiento había sido habitado anteriormente por los romanos, por lo que en él se encontraban numerosas piedras, cuevas y restos de un viejo asentamiento, conocido como “el Corral”, destinado ahora a servir de cantera para los edificios principales y las murallas que se construían para el nuevo Almaguer. De esta manera, a comienzos del siglo XIII se fue evidenciando un traslado generalizado de habitantes desde el cerro hacia la nueva población, y para mediados de siglo la villa despuntaba ya como cabeza de la comarca. Este movimiento económico no pasó inadvertido para la Orden de Santiago, que inició una política de compras y permutas de tierras, así como de horas de molienda en los molinos cercanos, con el objeto de rentabilizar al máximo sus posesiones.

No olvidemos que, a pesar de  ser la dueña y señora del territorio y contar con numerosas y extensas propiedades en nuestra población, cuando la Orden de Santiago se instaló en esta comarca, Almaguer ya se encontraba poblada a fuero de Toledo y contaba por lo tanto con un poderoso Concejo que defendía con uñas y dientes los derechos, tierras y privilegios concedidos por el Rey a sus moradores. Es por ello que, a pesar de contar con la soberanía jurisdiccional y cobrar los impuestos a sus habitantes (diezmos) la Orden de Santiago no tuvo más remedio que comprar algunas tierras a sus legítimos dueños para afianzar aún más su presencia en el término. Nada que ver con la repoblación llevada a cabo en las cercanas aldeas, donde sería la Orden, como dueña del territorio, la encargada de donar las tierras a los colonos y eximirlos de impuestos durante un periodo de tiempo, a cambio de que éstos cultivaran las tierras y construyeran casas techadas.

No gustaban a la Orden de Santiago las exenciones y privilegios que disfrutaban algunos de los grandes Concejos de la comarca desde la repoblación de Alfonso VII, y que motivaban no pocos roces y conflictos de competencia entre las autoridades municipales y los comendadores de la Orden. Es por ello que a partir del siglo XIV fue negociando la implantación en su territorio de un único ordenamiento jurídico: El Fuero de Uclés, con el que pretendía igualar las leyes de su señorío. En contraprestación, los Concejos conservaban algunos de los viejos privilegios otorgados por el Rey, y alguna que otra nueva merced añadida por la Orden para que se avinieran a renunciar a los fueros reales. De esta manera, el pueblo de Almaguer fue refundado en 1312 con el nombre de Corral de Almaguer, y recibió una nueva Carta Puebla en la que se incluía que a partir de entonces la villa se regiría, en lo tocante a las leyes, por el Fuero de Uclés.

Este es el nacimiento del nuevo pueblo conocido a partir de entonces como Corral de Almaguer, cuya concesión de Carta Puebla conmemoramos en este año 2012. Feliz aniversario.

Rufino Rojo García-Lajara

Confirmación de la Carta Puebla del año 1600 por el rey Felipe III

Confirmación de la Carta Puebla del año 1600 por el rey Felipe III

La Batalla de ATALAYUELAS. Donde la MUY NOBLE Y LEAL VILLA DE CORRAL DE ALMAGUER se fraguó como «LEAL VILLA».


LA BATALLA DE ATALAYUELAS DONDE CORRAL DE ALMAGUER

SE FRAGUÓ COMO  «LEAL VILLA».

AÑO 1520

Castilla estaba sumemergida en la llamada:

«GUERRA de las COMUNUDADES».

Había tenido lugar el levantamiento de las Comunidades de Castilla, incitadas por PADILLA desde Toledo, BRAVO Y MALDONADO contra el legítimo rey CARLOS I.

        Pues bien, según se cuenta en innumerables escritos y relaciones (“Relaciones Topográficas de Felipe II”, “Relación de las Comunidades de Castilla”, de Pedro Mejía, cronista del Emperador Carlos V), CORRAL DE ALMAGUER  fue el único pueblo del Común de la Mancha y de todos los pueblos toledanos que se “mantuvo fiel y leal a su Rey”:

        …”y estuvo así hasta el año diez y nueve, que habiendo el emperador nuestro señor partido de España a tomar la corona del Imperio y levantado el reino en comunidades, y que Toledo, y Ocaña y Yepes y la Guardia seguían esta opinión en deservicio de su rey, y casi toda esta comarca tenía y sustentaba su voz; tuvo esta villa del Corral de Almaguer atrevimiento sola sin ayuda ni socorro alguno, de tener la de su rey y sustentar su nombre…” (Historia de Corral de Almaguer de Rufino Rojo extraído de las “Relaciones de Felipe II).

        El hecho de que Corral se decantase, en solitario, por el Rey, podía deberse a que en él había una nutrida nobleza, encabezada por D. Juan Collado, que había sido Comendador de Ocaña, y embajador del Rey Fernando el Católico en Roma. Este pueblo se volcó de tal forma en la causa del rey que “taló gran parte de sus montes” para, con su madera cercar el pueblo y disponerse a la lucha.

        El Obispo Zamora, Antonio Acuña, general del Ejército Comunero, se traslada a Toledo, con el fin de obtener la silla Arzobispal. Enterados de esto en el bando imperial, nombraron al Prior de san Juan, D. Antonio de Zúñiga, jefe de los Ejércitos Imperiales en la zona. Para la trasmisión de este nombramiento fue señalado el noble caballero corraleño D. Juan Collado. El  Prior de San Juan con su sobrino el comendador Pedro de Guzmán, en marcha hacia Toledo, se instalan en Corral de Almaguer.

 

        …”Y así se ordenó que Juan de Ayllón, vecino de este pueblo, hombre noble, principal y prudente saliese por la tierra a recoger algunos soldados…juntaron en esta villa trescientos soldados viejos, sin los naturales que en él estaban, a los cuales sustentaron además de darles los bastimentos necesarios como de pagarles su sueldo muy aventajadamente casi dos años; pues para este efecto, después de haber gastado sus propios y rentas a imitación de las matronas romanas, con ánimo liberal, todas las mujeres ofrecieron sus joyas y sostúvose así este pueblo contra los comarcanos sin conocer cabeza muchos días…” (ibidem).

        Al enterarse el Obispo Acuña que el Prior de San Juan estaba en Corral, de Toledo fue a Ocaña con más de seis mil soldados con el propósito de poner cerco a este pueblo; en el camino se desvió a Tembleque para tomar salitre utilizado para la polvora. El Gran Prior y su sobrino D. Pedro de Guzmán, con el ejército formado en Corral, al frente del cual iba el corraleño Gonzalo Collado, hijo de Juan Collado le salió al encuentro en el Romeral y después de una encarnizada batalla vencieron al ejército comunero que se retiró a Toledo.

ESQUEMA DE LA BATALLA DE ATALAYUELAS

ESQUEMA DE LA BATALLA DE ATALAYUELAS – PINCHA PARA AGRANDARLO-

Posteriormente fueron hacia Toledo y en la batalla de la Sisla, en el cerco a Toledo defendida por María de Padilla, “quedó entre los muertos con heridas en la cabeza y los dedos de una mano cortados” en la batalla el noble Antón García-Gasco, regidor y Capitán de la Villa de Corral. 

       ”Y aluego que Ntro. Señor tuvo por bien darle vida, le hizo Su Majetad merced y le dio privilegios y exenciones para él sus descendientes jamás.” De lo dicho se puede advertir el gran blasón y armas que tiene el Colegio de la Magdalena de Salamanca, con unas manos cortadas con letra que dice: Por tu ley y por tu Rey, de que goza toda la familia de los Gascos…” (ibidem.)

        Después de la batalla del Romeral y posterior asedio de Toledo, el 25 de Octubre de 1521 Doña María de Padilla firma la capitulación y es exiliada a Portugal.

 

A los fieles al rey durante el levantamiento, como Corral de Almaguer, se les concedió numerosos privilegios tanto a la villa como a las personas que directamente habían participado en la contienda. A primeros de 1552, su Majestad Cesárea, desde Bruselas, escribía “una carta muy regalada” al Ayuntamiento, diciendo que se tenía por muy servido, y también:

        …”Su Majestad Imperial le hizo merced, como a pueblo en quien solo en esta comarca había durado la fe, que en las escrituras públicas y concejiles se intitulase y nombrase Leal, como después aquí se ha usado y gozado de dicha merced. Hízole también merced de cierta cantidad de sal en las salinas de Belinchón, que sólo le costaba traer y que en cada un año se repartía por todo el pueblo, en que los vecinos recibían gran beneficio y merced por la sangre derramada en la batalla del Romeral contra los comuneros…” (Ibidem.)

Aquí en el paraje de ATALAYUELAS de donde la batalla cogió el nombre lucharon en combate tropas mandadas por el corraleño realista Gonzalo Collado  y las tropas mandadas por obispo de Zamora, el comunero don Antonio de Acuña. El resultado de la conocida como batalla de las Atalayuelas, no oculta que en él murieron 57 personas las cuales se les dio sepultura en la iglesia de El Romeral.

PARAJE DE ATALAYUELAS EN EL LÍMITE ENTRE EL ROMERAL Y LILLO

PARAJE DE ATALAYUELAS EN EL LÍMITE ENTRE EL ROMERAL Y LILLO – PINCHA PARA AGRANDAR

Aquí tenemos más de cerca el paraje de ATALAYUELAS donde se disputo la famosa batalla y donde se ven pequeñas morras probablemente estratégicas para el combate.

ATALAYUELAS SE VE QUE TIENE PEQUEÑAS MORRAS ESTRATÉGICAS PARA EL COMBATE Y REALIZAR EMBOSCADAS

ATALAYUELAS SE VE QUE TIENE PEQUEÑAS MORRAS ESTRATÉGICAS PARA EL COMBATE Y REALIZAR EMBOSCADAS. SEGURAMENTE LOS CORRALEÑOS CONOCÍAN EL TERRITORIO EN EL QUE SE BATÍAN CONTRA LAS TROPAS TOLEDANAS.

En el siguiente ENLACE tenemos fotos 360º del paraje de ATALAYUELAS que podemos ver en el blog de JUAN LUIS REDAJO. Pincha en cualquiera de las imágenes y accederás hasta su web con muchísimas imágenes virtuales del paraje.

MONTE DE LILLO Y SIERRA DE ALMAGUER DESDE EL PARAJE DE LAS ATALAYUELAS

MONTE DE LILLO Y SIERRA DE ALMAGUER DESDE UNA MORRA DEL PARAJE DE LAS ATALAYUELAS

EL ROMERAL DESDE EL PARAJE DE LAS ATALAYUELAS

EL ROMERAL DESDE UNA MORRA DEL PARAJE DE LAS ATALAYUELAS

SIERRA DEL ROMERAL DESDE EL PARAJE DE LAS ATALAYUELAS

SIERRA DEL ROMERAL DESDE UNA MORRA DEL PARAJE DE LAS ATALAYUELAS

UNA DE LAS MORRAS DEL PARAJE DE ATALAYUELAS

UNA DE LAS MORRAS DEL PARAJE DE ATALAYUELAS

Elaborado por: PEDRO JOSÉ MARTÍNEZ

gracias a recursos tomados de RUFINO ROJO,

FELIX FERNANDEZ-CLEMENTE COLLADO

Y JUAN LUIS REDAJO

Almaguer en la Reconquista. Repoblación cristiana y el antiguo ALFOZ DE ALMAGUER.


Corral de Almaguer 700 aniversario

 

Capítulo VIII

 

Almaguer en la Reconquista (la repoblación)

 

A mediados del siglo XII, las nuevas victorias cristianas fruto del declive almorávide, sumieron en el pánico a muchos reyezuelos musulmanes que se vieron en la necesidad de pedir auxilio a otros correligionarios bereberes procedentes del Atlas marroquí: Los Almohades. Estos estrictos cumplidores de la religión islámica, se hicieron rápidamente con el control de Al-Ándalus e infligieron al rey Alfonso VIII una grave derrota en Alarcos (1195) que a punto estuvo de costarle la vida. Con ese gran descalabro, la franja del sur del Tajo pasó de nuevo a ser zona de frontera y por tanto fuertemente conflictiva, aunque desconocemos si Almaguer llegó a caer de nuevo en manos musulmanas.

Humillado en lo más profundo de su alma, el Rey Alfonso VIII tramó su venganza convocando a los reyes de Aragón y Navarra a una gran cruzada, con la venia del papa Calixto III. El formidable ejército reunido, al que se unieron las fuerzas de las órdenes militares, las del arzobispado de Toledo y las de los francos venidos del otro lado de los pirineos, se enfrentó el 16 de julio de 1212 al ejército almohade en la famosa batalla de las Navas de Tolosa. La gran victoria cristiana supuso el declive de los almohades y el principio del fin de Al-Ándalus.

Apaciguadas ya definitivamente estas tierras, el rey Alfonso VIII y su esposa Leonor Plantagenet, hermana del rey Ricardo Corazón de León y condesa de Gascuña, (que aportó muchos Gascos o Gascones a la batalla de las Navas) comenzaron un proceso repoblador, repartiendo los territorios ganados a los musulmanes entre las fuerzas que les habían ayudado, es decir: entre las órdenes militares y el arzobispado de Toledo. El afán de los nuevos señores por obtener el mayor número y la mejor calidad de las tierras, llevaron de nuevo a nuestra población a ser disputada, si bien en esta ocasión por los cristianos. Fue por ello que en 1237 se tuvieron que establecer acuerdos para fijar los límites entre la Orden de Santiago (con sede en Uclés) y la de San Juan (con sede en Consuegra) quedándose la de Santiago con Almaguer y Criptana y la de San Juan con Villacañas y Quero. El Arzobispado de Toledo, por su parte, también consiguió su trozo del pastel extendiendo sus posesiones hasta la villa de Lillo, que pasó a ser de su propiedad tras el acuerdo con la Orden de Santiago del año 1241.

Quedó de esta manera Almaguer, como cabeza y motor económico de un extenso territorio o alfoz que abarcaba numerosas aldeas: desde Añador, Magaceda y Chozas que formarían el futuro Villamayor de Santiago, pasando por Alcardet y Gúzquez, que formarían Villanueva de Alcardete, hasta la Puebla de la Isla que pasará a denominarse Puebla de don Fadrique, junto a Almuradiel que se refundará como Puebla de Almoradiel, y las aldeas de Villalobillos, Bonache, Aloyón, Montealegre, Escorchón y Testillos que, junto con la Cabezamesada, completarán el círculo. La principal prueba de esa capitalidad de Almaguer y esa pujanza económica, fue la celebración en su iglesia del Capítulo General de la Orden de Santiago del año 1253. Celebración que, dada la afluencia de comendadores, caballeros, priores y gente a su servicio, necesitaba obviamente de ciertas infraestructuras para poderse llevar a cabo. Infraestructuras que sólo las villas de cierto tamaño y entidad económica poseían en aquellos tiempos.

Rufino Rojo García-Lajara

TERRITORIOS APROXIMADADOS DEL ALFOZ DE ALMAGUER

TERRITORIOS APROXIMADOS DEL ALFOZ DE ALMAGUER Y SUS ALDEAS

MAPA DEL GOBIERNO DE OCAÑA EN 1780 DONDE AÚN APARECE MARCADO EL ALFOZ DE ALMAGUER

MAPA DEL GOBIERNO DE OCAÑA EN 1780 DONDE AÚN APARECE MARCADA LA VARA DE ALMAGUER SIN EL «CORRAL DE»

Corral de Almaguer 700 aniversario – Capítulo VII – Almaguer en la Reconquista.


Corral de Almaguer 700 aniversario

 

Capítulo VII

Almaguer en la Reconquista

Tres fueron las campañas emprendidas en España por los fanáticos guerreros Almorávides del norte de África en ayuda de sus correligionarios Andalusíes. Tres expediciones en las que consiguieron frenar los avances cristianos, e infligir una grave derrota al rey Alfonso VI en Sagrajas o Zalaca (Badajoz). Sin embargo, en lugar de volver a sus tierras como habían hecho en las dos primeras ocasiones, y tras comprobar la relajación imperante en los reinos musulmanes españoles a la hora de cumplir los preceptos del Islam y la excesiva tolerancia hacia judíos y cristianos, a la tercera decidieron quedarse para siempre, expulsando a los reyezuelos de las Taifas y reunificando sus territorios en un nuevo Al-Ándalus. Uno de esos reyes de Taifas, concretamente Al-Mutamid de Sevilla, vasallo y aliado de Alfonso VI, solicitó la ayuda del rey cristiano para la defensa de la ciudad contra los almorávides, entregándole a cambio a la princesa Zaida “la más bella hija del Islam” según las crónicas, junto con una enorme dote en el territorio de la Mancha, que incluía las plazas fuertes de Cuenca, Uclés, Huete, Ocaña, Consuegra y Mora, además de todos los castillos, aldeas y pueblos de menor entidad incluidos en esa línea fronteriza. Fue así como Almaguer y su pequeño castillo (que no atalaya) pasaron a manos cristianas.

No duró mucho el dominio cristiano en esta franja de terreno, pues una vez obtenido el control de Al-Ándalus, los almorávides lanzaron varias campañas hacia el norte con la intención de recuperar Toledo. El enfrentamiento con los cristianos se produjo en nuestra zona primero en Consuegra (1097) y después en Uclés (1108). Por cierto que en ésta última cruenta batalla murió el joven príncipe Sancho, único heredero del rey Alfonso VI e hijo de la famosa mora Zaida. Ni que decir tiene que Almaguer, junto con todas las pequeñas aldeas de su entorno, fueron conquistadas y volvieron de nuevo a manos musulmanas.

No tardaron los almorávides en acomodarse a la buena vida y relajar sus costumbres, por lo que los cristianos avanzaron sobre la franja situada entre el Tajo y el Guadiana, recuperando de nuevo las plazas de Almaguer y sus aldeas, según reflejan los documentos mozárabes de la catedral de Toledo fechados en 1119, en los que se recogen varias ventas de viñas entre mozárabes de Aloyón.

Con todo y con eso, Almaguer seguía siendo zona fronteriza y por lo tanto peligrosa e inestable para los pobladores, debido a los avances y retrocesos de la reconquista. Tres décadas después (1155) parece que la zona se encontraba ya relativamente pacificada, y Alfonso VII, acompañado por la reina polaca Doña Rica, efectuó labores de repoblación en la comarca de Almaguer, donando la aldea de Aloyón a los siguientes pobladores: los capitanes o “adalides” Michaeli Aben Acet y su hermano Albubacal, y los soldados y pobladores: Andrés Çapatario, Michaeli Zalema, Petro Estéfanez, Martino Granadixil, Iusto Iohani, Hiahia Iohanni, Zaidi, Dominico Fandúm, Dominico Aneza, Petro Iulianci, Dominico Michaeli y Michaeli Fructusu, dejando claro que la mitad de la aldea será para el adalid Michaeli Aben Acet.

Ni que decir tiene que si Aloyón había sido repoblada por el rey Alfonso VII en 1155, Almaguer, como cabeza de la comarca, lo había sido ya con anterioridad o al menos por aquellas mismas fechas, si bien en esta ocasión como villa de realengo (es decir como posesión del propio Rey) y con el mismo fuero de Toledo que solía otorgar a las escasas poblaciones de cierta entidad que pervivieron en la comarca. Éste fue el auténtico nacimiento del Almaguer cristiano, y la primera ocasión que nuestra población recibió Carta de Villazgo, por más que no se hallan conservado estos documentos.

Rufino Rojo García-Lajara

 

Nota: En recuerdo de esta convulsa época, Almaguer siempre conservó con orgullo su nombre Árabe

Carta Puebla de Illescas Alfonso VII, Muy parecida a la Almaguereña

Carta Puebla de Illescas de Alfonso VII, Muy parecida a la Almaguereña

Reconquista-en-Castilla-La-Mancha

Reconquista-en-Castilla-La-Mancha

Repoblación del Antiguo Reino de Toledo

Corral de Almaguer 700 Aniversario. Capítulo VI. LA RECONQUISTA – Unión monetaria «EL MARAVEDÍ»


Corral de Almaguer 700 aniversario

 

Capítulo VI

 

La  Reconquista

(continuación)

Con las primeras escaramuzas o “razzias” a cargo de pequeños caudillos asturianos -como Don Pelayo- comenzó una constante presión sobre las guarniciones musulmanas del norte. El sistema de guerrillas u operaciones estratégicas de castigo y rápida retirada, único método que las fuerzas cristianas se podían permitir ante la escasez de medios humanos y materiales, logró minar el aguante musulmán, consiguiendo que los primeros reyes asturianos fueran poco a poco afianzando sus dominios sobre Galicia y los vastos territorios del norte del Duero, hasta formar el reino de León. Junto a esta gran penetración en el territorio de Al-Ándalus, aparecieron también pequeñas zonas liberadas en la zona de los pirineos, que con el tiempo acabarían formando los reinos de Navarra, Aragón y Cataluña.

Así comenzó esta complicada y larguísima empresa bélica, jalonada por continuos avances y retrocesos en las líneas fronterizas. Esa dilatación en el tiempo propició, aparte de cruentas batallas y héroes de leyenda, como el Cid y Al-Manzor, la aparición de situaciones curiosas y anecdóticas, más propias de la guerra de Gila que de una auténtica contienda. Desde reyes cristianos que se exiliaban en los reinos musulmanes para evitar la persecución de sus propios hermanos, hasta aquellos otros que durante la tregua de invierno bajaban a curarse las enfermedades a territorio enemigo -dada la fama de los médicos musulmanes- para volver en el verano siguiente a enfrentarse contra sus hospitalarios rivales, sin olvidar a aquellos que se casaron con las hijas de sus contrincantes para entablar alianzas, o adoptaron las ropas y las monedas musulmanas para sus reinos. Como podemos apreciar, la reconquista no fue la guerra convencional con buenos y malos que nos han intentado vender, sino una amalgama de situaciones extrañas, y en ocasiones absurdas, en las que nunca faltaron los intercambios comerciales y de vecindad entre los españoles de ambos bandos.

Con el final del califato y su posterior división en Reinos de Taifas, se evidenció una época de debilidad en los musulmanes. Debilidad aprovechada por las fuerzas cristianas para extender sus dominios hasta la crucial línea fronteriza del Tajo, y establecer alianzas con varios reyes musulmanes en su lucha contra otros reinos de taifas. A cambio, los reyes cristianos obtuvieron grandes cantidades de oro, las llamadas “parias”, que enriquecieron sobremanera sus posesiones y permitieron la construcción de las primeras Catedrales y Monasterios, de ahí que tampoco hubiera mucha prisa en la conquista. Después de varias de estas alianzas, Alfonso VI decidió asediar Toledo hasta conseguir que se rindiera de forma pacífica en el año 1085, recuperando con ello la simbólica capital visigoda y una de las ciudades más importantes de Al-Ándalus. De esta forma la línea fronteriza descendía hasta situarse entre los ríos Tajo y Guadiana, quedando Almaguer en el centro de una zona fuertemente conflictiva. Más aún, cuando, para frenar el avance cristiano, los musulmanes solicitaron la ayuda de unos fieros monjes guerreros: los almorávides. Pero eso lo contaremos en el próximo capítulo

Rufino Rojo García-Lajara

Nota: la unidad monetaria española por excelencia: “el maravedí” surgió nada menos que como imitación de las monedas almorávides (de ahí su nombre) por parte del rey castellano Alfonso VIII, recogiendo incluso la leyenda en árabe, aunque con significado cristiano. Su éxito a lo largo de la historia fue de tal magnitud, que no fue sustituida por el céntimo hasta mediados del siglo XIX (concretamente en el año 1854)

MONEDA DE ALFONSO VIII

MONEDA DE ALFONSO VIII

Corral de Almaguer 700 aniversario. Capítulo V. La Reconquista


Corral de Almaguer 700 aniversario

 

Capítulo V

 

  La  Reconquista

  (introducción)

 

A pesar de que los musulmanes llegaron en su avance hasta el mismo corazón de Francia, la derrota sufrida en Poitiers los desanimó de aventuras centroeuropeas, decidiendo consolidar su territorio hasta el límite geográfico que marcaban los Pirineos. Sin embargo, amparados en la dificultad del terreno, en este lado de las montañas quedaron también algunos reductos por conquistar. Y es precisamente a partir de esos pequeños focos de resistencia en Asturias, Cantabria y Cataluña, donde comenzó la empresa político militar más larga de toda nuestra historia: la Reconquista.

Resulta difícil explicar en pocas palabras un proceso tan largo y complejo como la reconquista. Más, si tenemos en cuenta que se trata de uno de los hechos históricos más manipulados de todos los tiempos, a través del cual nos ha llegado la idea simplista de que los moros son los enemigos naturales de los españoles, los usurpadores extranjeros que vinieron a invadir nuestro territorio, los contrincantes ideales contra los que hacer piña y descargar nuestras frustraciones de siglos.

La realidad es bien distinta: De entrada, la reconquista no fue un enfrentamiento homogéneo entre musulmanes y cristianos, sino un gran rompecabezas formado por una sucesión de hechos mal documentados, en el que a lo largo de ocho siglos lucharon musulmanes contra cristianos, cristianos contra cristianos, musulmanes contra musulmanes, cristianos y musulmanes contra otros cristianos, musulmanes y cristianos contra otros musulmanes. Una amalgama de situaciones e intereses políticos, en definitiva, que dilató cientos de años el final de la contienda.

Pero es que además, durante siglos se ha tendido a identificar a los musulmanes de la reconquista con los extranjeros que invadieron España, olvidando que la gran mayoría de esos “moros” no eran sino los españoles naturales de estas tierras, convertidos a la cultura y religión islámica a lo largo de alguna de las 32 generaciones que pasaron por España durante ese prolongado periodo de 800 años. Estamos, en definitiva, ante la primera y más extensa de todas las guerras civiles que se sucederán en España a lo largo de su historia.

Rufino Rojo García-Lajara

 

Nota: Para que nos hagamos una idea de lo que duró la reconquista, imaginemos que comienza cuando se fundó el pueblo de Corral de Almaguer, allá por el año 1312. Pues bien, transcurridos ya siete siglos desde aquella fecha, aún nos quedarían otros 81 años para que acabase.

Reconquista-en-Castilla-La-Mancha

Reconquista en Castilla La Mancha – UCLÉS COMO EJE DE LA RECONQUISTA

Corral de Almaguer 700 aniversario. Los musulmanes Capítulo IV. La Atalaya de Almaguer en la línea defensiva desde Toledo a Uclés.


Corral de Almaguer 700 aniversario

Los musulmanes  Capítulo IV

Al-Andalus

La España musulmana, o como era conocida en aquellos tiempos: Al-Andalus, atravesó diferentes etapas a lo largo de sus casi 800 años de existencia. En un primer periodo (711-756) siguió dependiendo de Damasco como si de una provincia o emirato más, se tratase. Sin embargo, expulsados los Omeyas del gobierno de Damasco, uno de sus príncipes supervivientes Abderramán I, vino a refugiarse en Al-Andalus (España) haciéndose con el poder y declarando La Península Ibérica como emirato independiente (756-929).

En un paso definitivo hacia la total emancipación de arabia, uno de sus descendientes, Abderramán III, se proclamó a sí mismo como máxima autoridad religiosa y civil, es decir: Califa, dando comienzo con ello el llamado Califato de Córdoba (929-1031) época dorada y de máximo esplendor de toda la historia musulmana de España, donde filósofos, poetas, médicos, biólogos, músicos, matemáticos, astrónomos, arquitectos etc., consiguieron transformar la sociedad de su tiempo, convirtiendo a Córdoba en la ciudad más avanzada del mundo conocido.

Por esas mismas fechas, el pequeño asentamiento de Almaguer, formado fundamentalmente por población mozárabe, prosperaba al amparo de un pequeño castillo construido ante el avance de la reconquista y destinado a formar parte de la línea defensiva situada entre el Tajo y el Guadiana. Esta línea imaginaria extendía sus fortalezas desde Toledo hasta Uclés, pasando por Mora y Consuegra como principales baluartes, encontrándose complementada por una serie de castillos y atalayas de menor entidad, destinadas a controlar las amplias llanuras manchegas mediante el sistema de señales luminosas.

En los alrededores de Almaguer, algunas alquerías habían conseguido también prosperar y crecer en tamaño, formando pequeñas aldeas (Villalobillos, Bonache y Aloyón) aprovechando los cercanos cursos de agua de sus inmediaciones para desarrollar sus explotaciones agrícolas y ganaderas.

Con el final del califato, Al-Andalus se fragmentó en multitud de pequeños reinos independientes: los llamados Reinos de Taifas (1237-1492). Frecuentemente enfrentados entre sí, cuyas divisiones facilitarían sobremanera la denominada reconquista emprendida por los cristianos españoles del norte, y de la que trataremos en el siguiente capítulo.

ELABORACIÓN: Rufino Rojo García-Lajara

Nota: Tanto en Villalobillos como en lo que fue Almaguer y la sierra del Castillo, se tiene constancia de la aparición de “felús”, monedas fraccionarias acuñadas durante la época del emirato dependiente de Damasco, que vienen a confirmar la implantación musulmana en nuestras tierras desde el primer momento.

IMAGEN: VICTOR SANCHEZ INFANTES

ATALAYA ALMAGUER

ATALAYA ALMAGUER, EN LA LINEA DEFENSIVA ENTRE EL TAJO Y EL GUADIANA